A medida que envejecemos, a menudo notamos un cambio en los tipos de alimentos que disfrutamos. Lo que una vez parecía delicioso ahora puede ser menos atractivo, y los sabores que no apreciamos en nuestra juventud se vuelven más agradables. Este cambio en las preferencias del sabor no solo es común sino también científicamente fascinante. En este artículo, exploraremos por qué nuestras papilas gustativas evolucionan a medida que envejecemos, los factores fisiológicos, psicológicos y ambientales involucrados, y cómo estos cambios dan forma a nuestra relación con la comida a lo largo de nuestras vidas.
El papel de las papilas gustativas y el envejecimiento
Nuestras papilas gustativas son los órganos principales responsables de detectar sabores, y cambian significativamente a medida que envejecemos. Las papilas gustativas, que se encuentran en la lengua y en toda la boca, contienen células receptivas que responden a varios estímulos de sabor, incluidos dulces, salados, agrios, amargos y salados. Sin embargo, estas células receptoras tienen una vida útil finita.
A medida que envejecemos, varios factores influyen en el funcionamiento de nuestras papilas gustativas:
- Decline en número: desde la infancia hasta la edad adulta, tenemos aproximadamente 10,000 papilas gustativas. Sin embargo, a medida que envejecemos, el número de papilas gustativas disminuye, a veces dramáticamente. A la edad de 50 años, muchas personas pueden tener solo unas 5,000 papilas gustativas, y las papilas gustativas restantes tienden a encogerse de tamaño.
- Sensibilidad reducida: las papilas gustativas restantes se vuelven menos sensibles con la edad. Esto es particularmente notable para la amargura y la dulzura, dos gustos más afectados por los cambios relacionados con la edad. Como resultado, los adultos mayores pueden encontrar ciertos alimentos, especialmente frutas y verduras, menos sabrosas o incluso poco atractivas.
- Regeneración más lenta: nuestras papilas gustativas se regeneran aproximadamente cada 10 a 14 días durante los jóvenes. Sin embargo, en la edad avanzada, este proceso de regeneración se ralentiza, lo que significa que cualquier daño a las papilas gustativas por enfermedades, medicamentos o factores ambientales puede tardar más en sanar.
Cambios en la percepción del olor y sabor
El gusto está fuertemente relacionado con nuestro sentido del olfato, y a medida que envejecemos, nuestros sentidos olfativos también pueden disminuir. El sistema olfativo es responsable de detectar aromas, que contribuyen a cómo percibimos los sabores. Cuando somos jóvenes, el sentido del olfato es mucho más agudo, pero con el tiempo, los receptores olfativos pierden sensibilidad, y este cambio a menudo comienza alrededor de los 40 años.
Esta disminución del olor, llamado PR8XESB8XYO8XSMI8XA, puede hacer que la comida parezca menos sabrosa. Por ejemplo, un plato que se basa en hierbas o especias aromáticas puede no oler tan fuerte para una persona mayor, lo que lo hace menos atractivo. La combinación de sabor y olor disminuidos da como resultado una reducción general en la percepción del sabor, lo que contribuye al fenómeno de las preferencias de alimentos cambiantes.
Factores hormonales y genéticos
Nuestra composición genética también juega un papel importante en cómo evolucionan nuestras preferencias de sabor con el tiempo. Por ejemplo, ciertas variantes genéticas pueden afectar la forma en que percibimos la amargura. Algunas personas pueden tener receptores amargos más sensibles que otros, lo que hace que sea más probable que desarrollen aversiones a ciertos alimentos amargos, como las verduras, a medida que envejecen. Otros pueden ser menos sensibles a los sabores amargos, lo que puede hacer que disfruten más de estos alimentos a medida que envejecen.
Los cambios hormonales, particularmente los cambios relacionados con la menopausia en las mujeres y la testosterona en los hombres, también pueden influir en las preferencias del gusto. Por ejemplo, las mujeres pueden experimentar una mayor sensibilidad al gusto y el olfato durante el embarazo, y esto puede continuar en años posteriores, aunque de diferentes maneras. Una disminución en los niveles de estrógeno, comúnmente visto durante la menopausia, también puede afectar la sensibilidad del sabor y el olfato, cambiar las preferencias de los alimentos e incluso conducir a cambios en el apetito.
El impacto de los medicamentos
A medida que las personas envejecen, a menudo toman medicamentos para diversas afecciones de salud. Algunos de estos medicamentos pueden alterar la percepción del sabor, a veces causando un sabor metálico, amargado o agrio. Los medicamentos comunes que se sabe que afectan el sabor incluyen antibióticos, antihipertensivos (para presión arterial alta) y medicamentos de quimioterapia. Por ejemplo, la quimioterapia a menudo causa cambios de gusto inducidos por quimioterapia, donde los pacientes experimentan una pérdida de sabor o una distorsión de la percepción del sabor. Esto puede hacer que comer sea menos agradable, y puede incitar a las personas mayores a evitar ciertos alimentos que disfrutaban anteriormente.
Factores psicológicos y culturales
El gusto no es solo un proceso biológico sino también un proceso psicológico y cultural. A medida que envejecemos, nuestras experiencias con la comida, lo que hemos comido a lo largo de nuestras vidas, antecedentes culturales y preferencias personales, también influyen en nuestros gustos en evolución. Esta es la razón por la cual las personas mayores pueden desarrollar una preferencia por los alimentos tradicionales o reconfortantes, que a menudo están vinculados a la nostalgia y la familiaridad.
Los factores psicológicos como la memoria y el estado de ánimo también pueden afectar el sabor. La investigación muestra que el estado de ánimo y los estados emocionales pueden alterar nuestra percepción de la comida. Cuando las personas se sienten estresadas o deprimidas, pueden experimentar cambios en el apetito y las preferencias de los alimentos, ya sea comiendo menos o recurrir a los alimentos reconfortantes altos de azúcar o altos en grasa.
La influencia de la dieta y el estilo de vida
Nuestra dieta y opciones de estilo de vida a lo largo de los años también pueden afectar nuestros gustos a medida que envejecemos. Por ejemplo, una dieta alta en azúcar y grasa puede conducir a una preferencia por esos sabores, mientras que una dieta equilibrada ayuda a mantener una gama más amplia de preferencias de sabor. Además, fumar y el consumo de alcohol pueden alterar la percepción del sabor. Los fumadores, por ejemplo, a menudo informan una sensación de sabor y olor opaco, lo que puede provocar antojos de sabores más fuertes, como los que se encuentran en alimentos picantes o altamente salados.
El ejercicio y la salud general también juegan un papel. Las personas que son físicamente activas tienden a tener una mejor salud general, incluida la sensibilidad al sabor y el olor. Por otro lado, los malos problemas de nutrición o salud como la diabetes y la presión arterial alta también pueden conducir a cambios en la percepción del sabor.
Cómo evolucionan los gustos con la edad: ejemplos y datos
1. Dulzura: los jóvenes tienden a tener una preferencia más fuerte por los alimentos dulces, lo que se debe en parte a la alta sensibilidad de las papilas gustativas al azúcar. Sin embargo, a medida que envejecemos, la disminución de la percepción de la dulzura puede hacernos anhelar los alimentos más dulces con más frecuencia. Esta es una razón por la cual los adultos mayores pueden elegir bocadillos o bebidas más dulces, como jugos de frutas o postres.
2. Amargura: los adultos mayores a menudo se vuelven más sensibles a los sabores amargos, lo que puede hacer que sean menos propensos a disfrutar de ciertas verduras como col rizada, espinacas o coles de Bruselas. Este cambio está particularmente marcado en personas que tienen una sensibilidad genética a la amargura, que puede volverse más pronunciada con la edad. Curiosamente, algunos estudios sugieren que los adultos mayores pueden desarrollar una preferencia más fuerte por los alimentos amargos si se acostumbran a ellos, potencialmente debido a sus beneficios para la salud (como los antioxidantes).
3. Sal: a medida que envejecemos, también podemos volvernos menos sensibles a la sal. Esto podría explicar por qué muchas personas mayores tienden a agregar más sal a sus alimentos para compensar la disminución de la capacidad de probarlo. Sin embargo, esto podría conducir a un mayor riesgo de hipertensión si la ingesta de sal no se maneja cuidadosamente.
4. Textura: los cambios en la forma en que masticamos y tragamos alimentos también pueden afectar nuestras preferencias alimentarias. A medida que envejecemos, la fuerza de nuestros músculos de la mandíbula y la cantidad de dientes que tenemos pueden disminuir, lo que hace que sea más difícil comer alimentos más duros o masticables. En consecuencia, las personas mayores pueden gravitar hacia alimentos más suaves como sopas, guisos o puré de papas.
Como puede ver, los cambios en el gusto a medida que envejecemos son una compleja combinación de factores biológicos, ambientales, psicológicos y genéticos. La disminución gradual de la sensibilidad del sabor y el olfato, combinado con cambios hormonales, uso de medicamentos y factores de estilo de vida, conduce a una evolución en nuestras preferencias alimentarias a lo largo del tiempo. Si bien estos cambios a veces pueden hacer que la comida sea menos agradable o más difícil de comer, también ofrecen oportunidades para explorar nuevos gustos y experiencias culinarias.